Todos -o muchos- de nosotros tendemos a tener ídolos. En su
mayoría solemos idolatrar a músicos, y muchos de los que tocáis instrumentos
aspiráis a ser como ellos, o por lo menos, con una esencia parecida. Desde que
estudio ilustración a mí me pasa mucho con los ilustradores; ahora se me hace
imposible pasar por una librería y no fijarme en la sección de libros
ilustrados (y a veces, quejarme de la poca variedad que tienen). Hace un tiempo
con este método aparentemente inconsciente que tengo, conocí a Isabelle
Arsenault, su libro simplemente me llamó desde la estantería y ya no pude
dejarlo ir.
Arsenault estudió ilustración en la Universidad de
Québec en Montreal y se dedica principalmente a la creación de cuentos
infantiles.
En muy poco tiempo se ha convertido en uno de mis
referentes más importantes.
Prefiero millones de veces aprender antes de la belleza de mis errores, de
aceptarlos y enfocarlos hacia algo más original que insistiendo en conseguir
los trazos y las formas perfectas.
Porque gracias a ella me he dado cuenta de que para
mí, allí donde reside un pequeño fallo reside la perfección.
En muy poco tiempo se ha convertido en uno de mis
referentes más importantes.
Me gusta la forma en la que crea las composiciones y
cómo están caracterizadas, siempre dejando margen a la improvisación, o al
menos eso hace creer por la frescura de sus trazos, los colores que se salen de
las líneas y esos detalles que están lejos de ser perfectos. Pero justamente
eso es lo que hace que sus ilustraciones brillen tanto de vida y originalidad.
Porque gracias a ella me he dado cuenta de que para
mí, allí donde reside un pequeño fallo reside la perfección.
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